Muchas veces podemos ayudar a otr@s, sin necesidad de hacer un gran esfuerzo. A veces comenzamos relaciones movidos por el interés y no por el verdadero motor de una sana relación el desinterés y cuando el camino se vuelve angosto, abandónamos al amigo a su suerte, dando muestras del poco compromiso que tenemos hacía él o hacía ella. Si fuesemos conscientes de que los pequeños gestos, a veces son los grandes gestos, muchas veces en lugar de mirar hacía otro lado, cogeriamos de la mano sin soltar y valorariamos al otro, es decir le veriamos como parte de nosotros. Os dejo un cuento popular que explica bien, qué es el egoismo. ¿qué porqué hablar de Egoismo en un blog sobre resilencia? Fácil, si ser resilente es salir fortalecido del dolor, y aprender, también por ende es volverse más humano, y ser más humano pasa por dejar de mirarnos el ombligo y ser más personas, cuando eso sucede dejamos mucho egoismo y empiezan a suceder en nuestra vida cosas muy positivas.
Un caballo y un pequeño burro regresaban del mercado junto al dueño y
su hijo. La compra aquella mañana había sido abundante y los animales
iban bastante cargados. Ambos comenzaron a andar sabiendo que les
quedaba un largo camino.
Cuando ya llevaban dos horas bajo el sol, el burro se acercó al caballo y le susurró al oído:
-¿Podrías ayudarme con el peso, soy pequeño y me han puesto prácticamente la misma carga que a ti?
El
caballo miró hacia otro lado y se adelantó unos metros como si no
hubiera escuchado nada. Ambos animales continuaron caminando.
Una
hora más tarde el burro apenas podía tenerse en pie y su ritmo era cada
vez más lento. Hizo un último esfuerzo para alcanzar de nuevo al caballo
y pedirle ayuda.
-Amigo, si en algo valoras mi vida, por favor, ayúdame con la carga.
El caballo volvió a mirar hacia otro lado como si aquellas palabras no fueran dirigidas a él.
En apenas unos minutos, se escuchó el crujir de un hueso y el burro se desplomó en el suelo.
Padre
e hijo, al ver al burro herido, se apresuraron a recoger toda la carga y
a ponerla sobre el caballo. Una vez fijada correctamente para que no
cayera, cogieron al burro y también lo subieron a lomos del caballo. Aún
quedaban unas cinco horas de viaje.
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