Vivimos en una sociedad, en la que el ruido y la prisa se adueñan del día a día, nos pasamos el día corriendo y nunca llegamos, quizás de vez en cuando estaría bien preguntarse ¿dónde voy? Vivimos como el conejito del cuento Alicia en el país de las maravillas, corriendo contra el reloj, no nos alcanza para caminar tranquilos, hasta cuando nos levantamos más pronto para tener más tiempo, el tiempo no alcanza. Perdemos relaciones porque entre nuestra multiples actividades no tenemos tiempo para atenderlas o viceversa, quedar con un amigo a veces es mas dificil que que el Papa nos conceda audiencia, no hay tiempo para la familia, los padres no tienen tiempo para los niños, y los niños lo saben, no hay tiempo para jugar, abrazar, tocar, conversar, sentir en definitiva, no hay tiempo para vivir, porque la vida es eso, tiempo, y muchas veces dejando de hacer, hacemos más que haciendo.
No tengo tiempo
Por eso es muy importante valorar el tiempo que nos ofrecen los demás y no perderlo con quién no tiene tiempo para nosotros.
“¿No tengo tiempo? ¿O más bien tengo el mismo tiempo que todo el mundo -24 horas- pero prefiero dedicarlo a otras cosas?”
Nadie tiene tiempo para salir a caminar o cocinar su propia comida,
pero todo el mundo tiene tiempo para estar sentado en un atasco o ver la
televisión. En realidad no son más que elecciones. Como dice mi amiga
Ana de
Fácil de digerir,
no son las circunstancias las que determinan tu calidad de vida, sino tus decisiones.
Para dejarlo más claro hoy comparto contigo un artículo que escribí hace un tiempo para
una vida sencilla. El título del post era “¿No tengo tiempo? ¿O falta de amor?”, donde reflexiono acerca de la relación entre
nuestra dedicación de tiempo y nuestra autoestima,
especialmente. Para adaptar mejor el texto a lo que nos incumbe en este
blog, sugiero sustituir en cada una de sus apariciones la palabra
felicidad por
salud.
¿No tengo tiempo? ¿O falta de amor?
“No tengo tiempo” debe ser la excusa más utilizada de las últimas décadas. O lo que es lo mismo, la mayor mentira. En un mundo en el que aparentemente todo pasa cada vez más deprisa -digo aparentemente porque los minutos siguen durando lo mismo-,
nadie parece tener tiempo para lo que es importante, para las pequeñas
cosas que nos dan lo que todo el mundo busca y poca gente parece
encontrar. Cómo no, hablo de la felicidad. O sea que, en este momento de crisis social -además de económica-, lo peor que nos está pasando es que no somos felices. Bueno, eso no es lo peor. Lo más negativo de todo es que estamos convencidos de que no tenemos tiempo para ser felices.
Antes de empezar a descubrir el
minimalismo y leer sobre productividad personal, gestión del tiempo, etc… es decir, antes de
darle una oportunidad al sentido común,
yo era uno de esos de los que no tenía tiempo. Poco a poco me fui dando
cuenta de que no tenía tiempo para todas aquellas cosas que en realidad
hoy me hacen sentir vivo, feliz, mientras que dedicaba demasiadas horas
a otras que lo único que me aportaban verdaderamente eran dolores de
cabeza, insomnio, malas digestiones, nervios, frustración, tristeza,
etc.
Al mismo tiempo también me he adentrado en el mundo de la
neurociencia y la psicología, dos disciplinas que desde hace muy poco
han cambiado de rumbo drásticamente hacia el
estudio positivo de las conductas.
¿Qué quiere decir esto? Durante muchísimos años los científicos se
habían obsesionado con el estudio de las patologías, de los transtornos,
de las anomalías, centrándose en aquellas personas que no eran felices,
que no encontraban su razón de ser. Hoy día empiezan a darle más
prioridad al análisis de las personas optimistas, positivas, felices.
¿Cómo lo hacen para estar siempre contentos? ¿Cómo consiguen que todo
les salga bien?
En este viaje de lectura, escritura, charlas, toma de conciencia,…
esto es, comunicación, creo haber encontrado la clave de la felicidad.
El secreto de la felicidad es el amor.
Hoy no quiero profundizar en ello, pero necesitaba decirlo para poder
comprender mi conclusión. Tampoco entraré en el porqué de nuestras
excusas. Pero lo cierto es que cuando
nos estamos justificando al decir “No tengo tiempo”, en realidad omitimos una parte de la frase, ya que en realidad estamos diciendo
“No tengo tiempo para amar”.
Llegado este punto, es fundamental comprender que
amar es un ejercicio de autoestima y de estima, con un componente potentísimo de reciprocidad.
Es decir, amar comporta quererse a uno mismo y querer a los demás. Y
además es recíproco, por lo que cuanto más te quieras y más amor
muestres por los demás, más te querrán y más te sentirás amado -ya
sabemos que
la felicidad es contagiosa-.
¿Cómo quererme a mí mismo? Dos acciones: cuidándome y
disfrutando. Hacer ejercicio, comer sano, dormir lo adecuado, leer,
bailar, cantar, aprender, etc. La autoestima, en parte, se basa en la
dedicación de tiempo para uno mismo. Es primordial cuidar mi salud física, emocional y mental, por lo que los pilares de mi amor propio son la
actividad física, la alimentación, el descanso, la expresión de emociones y el conocimiento. No me queda otra que ingeniarmelas para
sacar tiempo de donde sea y empezar a quererme más.
¿Cómo querer a los demás? Dos acciones, otra vez:
cuidándoles y haciéndoles disfrutar. Escuchar a tu pareja, ayudar a tus
padres, jugar con tus hijos, quedar con los amigos, etc. Soy un ser que
forma parte de algo más grande, de una sociedad.
Comunicarse libremente y emocionalmente, compartir y hacer cosas por los demás de manera altruista también forman parte del amor, y nuevamente necesitan de dedicación de tiempo.
Bueno bueno, parece que esto de amar requiere de mucho tiempo. ¿Y qué? En realidad
vivir no es más que amar, el resto son banalidades que nos hemos inventado. ¿De verdad prefiero hacer otras cosas? ¿Realmente hay algo más importante?
Yo ya pasé por eso y no volveré a pasar. Le dedicaba más tiempo a los goles de Cristiano Ronaldo que a
lo que quería decirme mi mujer durante la cena.
Más tiempo a comprar y tener el armario lleno de ropa que no me ponía
que a donarla a gente que sí la utilizaría. Más tiempo a espachurrarme
en el sofá y hartarme a galletas que a cuidar mi salud. Más tiempo a
navegar sin rumbo por Internet que a concentrarme en una buena lectura.
Más tiempo a prestarle atención a lo que tenía que a lo que necesitaba.
Más tiempo para lo que pensaba que para lo que sentía.
Todo aquello ha dejado de ser importante, por lo que ya no le dedico ni un segundo. Todo mi tiempo es para
actividades que me hacen feliz, para
quererme y mostrar amor a los demás
-incluso mi trabajo lo es-. Lo sé, parece difícil, pero no lo es.
Algunos pasos para conseguirlo son identificar qué es lo que queremos,
concentrarse en ello, eliminar lo superfluo, innecesario e
intrascendente, saber decir que no,…
¿Y tú? ¿Tienes tiempo para amar?