Muchas veces nos esforzamos por ser aceptados, cosa muy importante en nuestra especie pues a fin de cuentas somos seres sociales, no islas, pertenecer a un grupo nos da seguridad, ahora bien, a medida que maduramos vamos descubriendo que la seguridad es falsa, pues la vida, en esencia es cambio, y que muchas veces por no perder una amistad, dejamos de sernos fieles a nosotros mismos, con lo cual somos falsos. Las palabras tienen poder, sobretodo cuando somos niños y más vulnerables, es vital el refuerzo positivo del niño, esto no quiere decir "no criticar" su conducta y dejar que el niño haga lo que quiera, no, sino corregir con amor y en positivo, criticando el hecho siempre, no la persona, e intentando que el niño aprenda a mejorar, pero no que se obsesione con ser el mejor o con ser perfecto, no ensalzar la autoexigencia, sino la mejora diaria con el disfrute del camino de aprendizaje que a fin de cuentas la vida es eso, un camino. Este cuento habla sobre las críticas y es que un día somos santos para unos y al siguiente demonios para otros, con lo cual, lo más importante es no estar a merced de los demás, sino ser fiel, a uno mismo, flexible que no rigido, obviamente, que de la rigidez no viene más que dolor y enfermedad, pero siempre saber que si tomo una decisión la tomo por mi voluntad, no para agradar a otro. Disfrutarlo!
Pregúntale a los muertos
En un amplio
patio de la casa más elevada del poblado, descansaba un hombre anciano
cuyo rostro se decía que inspiraba una extraña mezcla entre misericordia
y firmeza. Era conocido por el nombre de Khalil, y de todos era sabido que de sus palabras parecía brotar un manantial de sabiduría.
Un día de sol, en el que el anciano se hallaba meditando bajo la sombra
de una vieja higuera, se presentó ante el umbral de su jardín un joven
que dijo:
- "Amigo sabio, ¿puedo pasar?"
- "La puerta está abierta" - respondió Khalil.
El joven, cruzando el umbral y acercándose al anciano, le dijo:
- "Me llamo Maguín y soy artista. Mi trabajo es sincero y pleno de
sentimiento, sin embargo tengo un gran problema: me atormentan las
críticas que se hacen de mi vida, mi obra y mi persona. Vivo obsesionado
por las descalificaciones de los críticos de arte, y por más que trato
de que no me afecten, me acaban esclavizando... Sé que eres un hombre
sabio y que tu fama de sanador alcanza los horizontes más remotos. Dicen
también que tus remedios son extraños, y, sin embargo, no me falta
confianza para acudir a ti, a fin de conseguir la paz que tanto necesito
en la defensa de mi imagen."
Khalil, mirando al joven con cierta displicencia, le dijo:
- "Si quieres realmente curarte, vé al cementerio de la ciudad y
procede a injuriar, insultar y calumniar a los muertos allí enterrados.
Cuando lo hayas realizado, vuelve y relátame lo que allí te haya
sucedido."
Ante esta respuesta, Maguín se sintió claramente
esperanzado en la medicina del anciano. Y aunque se hallaba un tanto
desconcertado por no entender el porqué de tal remedio, se despidió y
salió raudo de aquella casa.
Al día siguiente, se presentó de nuevo ante Khalil.
- "Y bien, ¿fuiste al cementerio?" - le pregunto éste.
- "Sí" - contestó Maguín, en un tono algo decepcionado.
- "Y bien, ¿qué te contestaron los muertos?"
- "Pues en realidad no me contestaron nada, estuve tres horas
profiriendo toda clase de críticas e insultos, y en realidad, ni se
inmutaron"
El anciano sin variar el tono de su voz le dijo a continuación:
- "Escúchame atentamente. Vas a volver nuevamente al cementerio, pero
en esta ocasión vas a dirigirte a los muertos profiriendo todos los
elogios, adulaciones y halagos que seas capaz de sentir e imaginar"
La firmeza del sabio eliminó las dudas de la mente del joven artista por lo que despidiéndose, se retiró de inmediato.
Al día siguiente Maguín volvió a presentarse en la casa de anciano...
- "¿Y bien?"
- "Nada" - contestó Maguín en un tono muy abatido y desesperanzado.
- "Durante tres horas ininterrumpidas, he articulado los elogios y
elegías más hermosos acerca de sus vidas, y destacado cualidades
generosas y benéficas que difícilmente pudieron oír en sus días sobre al
tierra, y... ¿qué ha pasado? Nada, no pasó nada. No se inmutaron, ni
respondieron. Todo continuó igual a pesar de mi entrega y esfuerzo. Así
que... ¿eso es todo?", preguntó el joven con cierto escepticismo.
- "Sí" - contestó el viejo Khalil.
- "Eso es todo... porque así debes ser tú, Magín: indiferente como un
muerto a los insultos y halagos del mundo... porque el que hoy te
halaga, mañana te puede insultar, y quien hoy te insulta, mañana te
puede halagar. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e
insultos. Permanece en tí mismo, más allá de los claros y los oscuros
del mundo"
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