Resiliencia: autoestima, inteligencia emocional, estabilidad emocional
Existe
un término de la Física que se llama resiliencia. Se refiere a la
capacidad que tiene un material para ser sometido a presión sin
deformarse. Si salimos a la calle a investigar qué materiales son
resilientes, podríamos encontrar la respuesta dentro de una tienda
departamental. Explorando en el apartado de muebles, leeremos en la
etiqueta de algunos colchones la leyenda “Hecho con espuma de alta
resiliencia”. Para experimentar sus efectos, nos acostamos en ellos y
observamos que reciben el peso, amoldándose a nuestro cuerpo; pero tan
pronto nos retiramos, el colchón retoma su forma original: así funciona
la resiliencia.
Los
seres humanos también podemos ser resilientes en cuanto al grado de
recuperación que tenemos ante un impacto emocional. ¿No sería
interesante ir caminando por la calle y leer en las camisetas de las
personas su grado de resiliencia? Al igual que los materiales, hay
personas más resilientes que otras. Existen casos extraordinarios de
gente que ha superado enfermedades muy difíciles, la pérdida de un ser
querido o bienes materiales, y que a pesar de todo se han recuperado
emocionalmente. Por otro lado, también existen personas con poca
tolerancia a la frustración, a las que incluso los eventos más triviales
les afectan emocionalmente de forma perdurable ¿Por qué unas personas
pueden recuperarse y otras no? ¿Qué los hace diferentes? Cada uno vive y
maneja los impactos emocionales de manera distinta: unos resisten,
otros se adaptan.
Por
ejemplo: ¿Qué pasaría si golpeamos al colchón de la tienda con un
martillo? No opondría resistencia al impacto. Al contrario: lo
absorbería y, aunque se deformara por un momento, volvería a su forma
original. Pero, ¿qué obtendríamos si golpeamos un muro? La resistencia
sería mucha porque el muro es estático: no está hecho para deformarse,
ni adaptarse, mucho menos para absorber el impacto. Pero sí quedaría
marcado y cicatrizado por la fuerza del golpe.
De
manera similar al colchón, las personas resilientes no oponen
resistencia al impacto emocional; es decir, no se niegan a vivir el
momento amargo por el que están pasando. Por el contrario, lo aceptan,
lo viven y, finalmente, lo superan. No se quedan con el peso emocional:
lo expulsan y avanzan.
Igual
que el muro, también hay personas que resisten. Se niegan a aceptar y a
vivir sus circunstancias emocionales, van por la vida impidiendo que
las cosas les afecten, por lo que acumulan una enorme carga emocional
que llevan a cada aspecto de sus vidas. Este tipo de personas
generalmente son sensibles, intolerantes, viscerales y volátiles ante la
menor provocación, y su respuesta emocional será desmedida.
Las
personas con poca o nula resiliencia necesitan adaptarse a los impactos
emocionales para poder recuperarse, igual que lo hace el colchón.
Primero tendrán que reconocer y aceptar sus emociones, entender que
tienen derecho a sentir, no importa el tipo de emoción que sea. Al
comprenderlo, la persona está lista para manejar sus emociones.
Evita
ser como el muro, pues cada golpe te irá resquebrajando. Aprende a ser
resiliente y a adaptarte como el colchón para que absorbas el impacto,
lo expulses y te recuperes.
Te recomendamos seguir estos sencillos pasos si quieres elevar tu nivel de resiliencia y adaptación:
-
Identifica la emoción que te aqueja
-
Determina qué la generó
-
Acéptala sin resistirte a vivirla
-
Busca un contexto en el que puedas canalizarla sin afectar a nadie
Pon
estos pasos en práctica cada vez que sufras un impacto emocional. Así,
los golpes te ayudarán a aprender, pero no dejarás que te resquebrajen.
¡Haz que fluya lo que sientes!
Un video muy interesante del programa Redes de Punset sobre Gestión Emocional
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