¿Cómo nos comunicamos?
Nos pasamos el día comunicandonos, comunica nuestra expresión verbal, la corporal y hasta los silencios comunican, ahora bien ¿cómo lo hacemos? ¿sabemos escuchar realmente a la otra persona? ¿interrumpimos constantemente al otro para corregir o preguntar? ¿si nos cuentan un problema cortamos en seco y empezamos con los nuestros? Tod@s en alguna ocasión hemos acabado una conversación con alguién y hemos sentido una energía muy positiva o al reves, nos hemos sentido agotados. Es importante aprender a comunicarse y sin duda lo más importante es escuchar, y no sólo con el oido, sino con todo el cuerpo, con el alma y si es posible con el corazón.
La herramienta más eficaz
Pasan los años, las décadas, las modas… y se suman a la formación de
las personas cientos de herramientas que buscan convertir a los
profesionales en auténticas máquinas eficientes de productividad y
resultados.
En los últimos tiempos asistimos a un cambio en el que pasamos de formar en recursos concretos, a ensalzar los valores emocionales, sociales y afectivos, como eje principal para que nos convirtamos en excelentes personas como paso previo a conseguir ser un BUEN PROFESIONAL.
Y aquí es donde entra a formar parte fundamental la comunicación afectiva.
Desde tiempos remotos, hemos sabido que la dulzura, el cariño, la
manera y la forma de comunicar hacen que obtengamos un mejor resultado
de lo que esperamos. Cuando imprimimos afecto y estrategia a la
comunicación nos damos cuenta de cómo el “espacio vital” de la persona
con la que nos comunicamos se abre. Sin embargo, haciendo lo contrario, lo que encontramos son bloqueos.
Hoy por hoy, vemos cómo gran parte de la sociedad se ha enfrascado en
una espiral “negativa”, en la que, en vez de fomentar los valores más
emocionales y afectivos, se encierran en el pesimismo, el egoísmo, la
individualidad y la desconfianza. La actitud precede al interés, y
cuando alimentamos a nuestra cabeza con “adjetivos vitales” negativos,
nuestra comunicación se cierra y evita que podamos exteriorizar mejores
resultados y obtener mayor empatía con las personas con las que nos
encontramos y de la que esperamos obtener algo.
Que vayamos o asistamos a un curso de Inteligencia emocional, no
significa que sólo haya que utilizarla a conveniencia… significa que
debemos integrarla en nuestra manera de comunicar, partiendo de lo más
simple. La observación hoy por hoy es clave para ello. Si nos
fijamos en los niños, éstos son auténticos crack de la comunicación
afectiva, son capaces con muy pocas palabras y una buena sonrisa de
obtener el resultado que esperan, e incluso manejan el llanto y
los recursos que tienen para obtener su fin concreto. Esta capacidad
del ser humano se va mermando con los años. Como dice Ángel Lafuente,
conforme avanzamos en edad, nuestros mayores van dilapidando todas
aquellas iniciativas y herramientas que favorecen una comunicación más
efectiva a través de: “tu niño: ver, oír y callar”…; “tu niño, si los
mayores hablan, no interrumpas”…; etc.
Toda comunicación hay que entrenarla, y las herramientas que vayamos
descubriendo de nosotros mismos hay que ubicarlas en el día a día de
manera que no parezca un recurso sino una forma de comunicar. De nada
sirve asistir a una clase de “Martillos”, sino sabemos utilizarlos,
aunque quede muy bien en nuestra pared que estamos diplomados en
martillos.
Tenemos a nuestro alrededor innumerables ejemplos de efectiva
comunicación, pero vamos “tan rápido” por la vida que no nos paramos a
observar. Como dije antes, uno de los mejores métodos de aprendizaje es
el de la Observación. Gran parte de la evolución de la humanidad se debe
a ese recurso. Es por ello que debemos hacer un esfuerzo mayor en él.
No cabe duda de que la imitación por observación de ejemplos positivos
hace que consigamos grandes cosas. Cuando “copiamos” un modelo
eficiente, y obtenemos un buen resultado, estamos haciendo que dicho
recurso mejore. Copiar no es malo, sobretodo cuando lo hacemos para
hacer sumar y multiplicar a los demás y a nosotros mismos.
No debemos olvidar que la comunicación afectiva se ciñe pura y
estrictamente a que, a través de los valores humanos, podamos
comunicarnos con el lenguaje más universal que hay: el cariño.
Debemos ser analíticos, debemos entrenar dicha capacidad, debemos
reflexionar sobre los resultados y debemos medirlos, e ir modificando y
añadiendo cada vez más “recursos humanos” a nuestra comunicación para
conseguir que cuando comuniquemos lo hagamos de una manera efectiva y
afectiva.
Si trabajamos sobre ello, os aseguro que cambiará radicalmente
vuestro concepto vital. Manejar bien la comunicación e integrarla como
una parte fundamental de nosotros hará que obtengamos mejores
resultados. Nuestra vida será más plena y, sobretodo, seremos capaces de
saber qué queremos, lo que conllevará una serie de inputs añadidos que
conformarán una PERSONA mucho más íntegra.
El paso esencial para ser un buen profesional es trabajar para ser
una EXCELENTE PERSONA, y para ello debemos saber comunicarnos con
nosotros mismos y con los demás.
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