domingo, 3 de noviembre de 2013

La falta de aceptación, el cántaro roto

La pregunta
Una de las más hondas necesidades del corazón humano es la de ser apreciado. Todo ser humano desea que lo valoren. No que todos queramos que los demás nos tengan por seres maravillosos. A lo mejor esto resulta la pura verdad, pero no es lo fundamental. Podríamos decir también que toda persona quiere ser amada pero también resulta algo ambiguo pues se da tanta variedad en los tipos de amor como en las especies de flores. Para algunos, el amor es, ante todo, apasionado; para otros, es más bien romántico; otros, en fin, lo consideran meramente sexual. Pero existe un amor mucho más profundo que podemos llamar amor de aceptación. Toda persona ansía vivamente que los demás la acepten y que la acepten verdaderamente por lo que ella es. Nada hay en la vida humana que tenga efectos duraderos y tan fatales como la experiencia de no ser aceptado plenamente. Cuando no se me acepta, algo queda roto dentro de mi. Un bebe no recibido con agrado está arruinado desde las raíces mismas de su ser. Un estudiante no aceptado por su profesor no llegará nunca a aprender. Una persona no aceptada por sus colegas de trabajo padecerá de úlceras y hará la vida imposible a los de su hogar. La historia de muchos presidiarios demuestra que la experiencia de no haberse sentido aceptados constituyó el motivo principal de sus extravíos. De igual manera, en la vida religiosa, cuando una persona no se siente aceptada en su comunidad, no puede ser feliz. Una vida sin aceptación es una vida en la que deja de satisfacerse una de las necesidades más primordiales.

Se aceptado significa que las personas con quienes vivo me hacen sentir que valgo y soy digno de respeto. Son felices porque yo soy quien soy. Ser aceptado significa que me permiten ser como soy y que, aunque es verdad que todos tenemos que desarrollarnos, no me obligan a ello a la fuerza. ¡No tengo que pasar por quien no soy! Y tampoco me tienen fichado por lo que he sido en el pasado o por lo que ahora soy. Por el contrario me dejan campo libre para desplegar mi personalidad, para enmendar mis errores pasados y progresar. En cierto sentido podemos decir que la aceptación constituye un descubrimiento. Toda persona nace con un gran número de potencialidades, pero si estas no son estimuladas por el toque caluroso de la aceptación de los demás, permanecerán dormidas para siempre. La aceptación, pues, libera todo lo que hay dentro de mi. Sólo cuando soy amado, en ese sentido profundo de la plena aceptación, puedo llegar a ser yo mismo. El amor y la aceptación por los demás hacen posible que yo llegue a ser esa persona verdaderamente única e irrepetible que estoy llamado a ser. Cuando se estima a un hombre por lo que hace, no se le trata como un ser único, porque siempre podrá haber otro que pueda hacer su mismo trabajo o incluso hacerlo mejor. Pero cuando uno es amado por lo que uno es, sólo entonces se convierte en una persona única e insustituible. Queda claro, por consiguiente, que necesito de la aceptación de los demás para alcanzar la plenitud de mi personalidad. Cuando no soy aceptado, no soy nadie. No puedo alcanzar mi plenitud un hombre aceptado es un hombre feliz porque hasido descubierto y podrá desarrollarse.

Aceptar a otro no quiere decir que tenga que negar sus defectos ni tratar de encubrirlos. Tampoco significa que todo lo que él haga sea “genial” o “perfectamente hecho”. Todo lo contrario. Al negar los defectos de una persona estoy demostrando justamente que no la acepto. Todavía no he llegado a la profundidad de su persona. Sólo cuando acepto a alguien totalmente y sin reservas puedo hacer frente a sus defectos.

De manera negativa podemos decir que aceptar a una persona no darle nunca motivos para que se sienta poca cosa. No esperar nada de alguien es como matarlo o hacerlo estéril. Ya no puede hacer nada. Cuentan que, en ciertas regiones, los niños atacados de raquitismo arañan las paredes de las casas para obtener cal. De manera semejante podemos decir que el hombre que no es aceptado “araña las paredes” para obtener aceptación. ¿Y cuáles son los síntomas?
Jactancia: De manera sutil o manifiesta, buscan la manera de obtener la alabanza y estima que tanto necesitan.
- Rigidez: La falta de aceptación produce falta de seguridad en el camino de la vida y, a fortiori, falta de coraje para arriesgarse a dar un paso fuera de lo trazado.
- Complejo de inferioridad: Qué simplemente define las condiciones ya mencionadas.
- Masturbación o cualquier otro placer superficial: Le falta tanto en la profundidad de su ser, que hace todo lo posible por sacar de la vida lo que pueda de manera fácil.
- Deseo de hacer valer en todo sus propios derechos: Terrible poder de imponerse sobre los demás, excesiva necesidad de que los demás le hagan caso, tendencia a sentirse amenazado, a exagerar las cosas, a murmurar y sospechar de los demás; son todos síntomas de no sentirse aceptado.




La vasija rota

Hace muchos años un alfarero que vivía en un pequeño pueblo junto al mar, estaba trabajando en una vasija, al parecer tenía un poro y no hubo manera de cerrarlo, era sin duda muy hermosa aún así no servía para cargar agua pues salía por el poro, el alfarero decidió tirarla a un lado del camino, y un caminante al verla tan hermosa la recogió, y cuando llego a la primera fuente la llenó, conforme iba caminando la vasija seguía perdiendo agua, una y otra vez , asi que el caminante decidió dejarla en una fuente, donde la encontró una joven que sintió que aquello sería un buen regalo para su madre enferma, llevaba postrada en cama mucho tiempo y no había forma de que sonriese, al verla tan colorida y bonita, la joven creyó que con eso la madre se alegraría, cuando se la llevó a su madre llena de agua para que bebiese la vasija empezó a perder su agua y la madre de la joven se enfadó mucho pues la había mojado: "Eres una inútil, no haces nada bien. ¿Quieres que encima me enfrie? Tira ese trasto que sirve tan poco como tú a la basura" Y la joven ocultando su rostro envuelto en lágrimas, así lo hizo, la tiró, pasaron muchos días y la vasija seguía abandonada en mitad del camino, hasta que un día un viejo ciego, la recogió, la lleno de agua, al observar que se quedaba vacia penso. "Bueno, ni tu ni yo somos completos, yo no puedo ver y tu no puedes cargar agua" Así que decició dejarla en su casa, para que decorase un poco, él ciego no podía disfrutar la belleza de la vasija, pero como sabía que todos tenemos algo roto que no funciona, prefirió dejarla en su casa que no a merced de los bandidos que pudiesen romperla. Y es que en la vida sucede que muchas veces no hemos crecido en un hogar en el que nos hayamos sentido aceptados y valiosos, quizás nuestros padres no sabían hacerlo, y vamos por la vida exigiendo a todo el mundo que nos llene de un amor que acaba filtrandose por cada hueco y no sacia nuestra hambre ni sana la herida, a esa herida se llega con ayuda quizás profesional y con nuestro amor incondicional a nosotros mismos. Es difícil comprender y perdonar, sin embargo es la única forma de alcanzar una vida plena. 

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