sábado, 12 de abril de 2014

Al borde del precipicio todos cambiamos

Muchas veces hemos oído que crisis equivale a oportunidad, que crisis es un momento de cambios… Sin embargo, nos cuesta quitarle esa connotación negativa de que las cosas van mal, de que la crisis nos supera, de que no sabemos cuándo se va a terminar el ciclo económico, de datos negativos en el consumo y el empleo, de caídas de resultados, de empresas que cierran,  de un montón de cosas que no podemos dominar y que nos mantienen la mente preocupada generando un ambiente tóxico en el que desarrollamos nuestras actividades diarias. Sea ir a trabajar o a recoger a un familiar, en las conversaciones con los amigos o con clientes, conversaciones que tratan de arreglar tantas cosas a la vez que nos genera cabreo, dolor de cabeza y malestar, y consigue que lo traslademos allí donde vamos. La pregunta es: ¿Podemos limpiar esta pecera tan contaminada? Sí, claro que sí es posible. ¿pero cómo? Empezando por cada uno de nosotros. Nosotros elegimos estar todo el tiempo preocupados por la presión o podemos elegir ocuparnos de nuestro quehacer diario e invitando a los demás a hacerlo también. Podemos elegir si seguimos echando la culpa a los demás o si nos hacemos cargo de cuál es nuestra contribución con las constantes quejas o malos modales. Las empresas y organizaciones son la clave en estos momentos de incertidumbre para gestionar este cambio.

Las organizaciones impulsadas por valores positivos, las resilientes, las que enamoran, han visto cómo estos años de crisis han ido aumentando sus resultados, cómo han contribuido a un mayor bienestar de sus clientes, trabajadores, proveedores, el medio ambiente y en definitiva, de la sociedad. En lugar de la presión por los tiempos o resultados, han elegido buscar nuevos caminos, nuevas maneras de hacer las cosas. Esto es innovar (no sólo existe la innovación tecnológica). En lugar de tapar los errores, han elegido sacarlos a la luz y colaborar con los trabajadores para encontrar juntos las soluciones, con la mayor creatividad posible: la de un grupo fuertemente cohesionado. En lugar del castigar se actúa desde la comprensión. En lugar del miedo han elegido la confianza. En vez de dirigir han elegido liderar. No han querido ser llevados por la corriente, la comodidad de hacer lo de siempre y justificar los malos resultados escudándose en que a todo el mundo le está yendo mal o que en la empresa siempre se han hecho así las cosas y no se puede cambiar. Han abandonado sus creencias limitadoras que los conducen a calles sin salida. Han preferido bucear en su interior con humildad, reconocer sus límites, qué es lo que están haciendo mal para desactivar estas creencias y comportamientos y, entre todos, generar nuevas corrientes, enamorar a sus clientes (internos y externos) creando sinergias nunca vistas, mejorando su eficiencia, sus relaciones y, cómo no, su cuenta de resultados.
 
¿Pero cómo han podido gestionar este cambio? Principalmente porque han podido medir sus valores, identificar los positivos, los limitantes, los niveles de consciencia sobre sí mismos, sobre su capacidad de cambio y hacia los demás. No se puede gestionar lo que no se puede medir. Einstein dijo con mucho acierto que no es posible resolver los problemas desde el mismo nivel de consciencia que se originaron. Mucho menos posible será si ni siquiera conocemos cuáles son estos niveles de consciencia, qué significa cada uno y cómo nos afecta. Otro genio, Ghandi, dijo: seamos nosotros el cambio que queremos ver en el mundo. Actuemos con integridad desde nosotros mismos y desde nuestras organizaciones hacia los demás y enamorémoslos desde una gestión consciente. Depende de nosotros.

Ayudar al otro o mantenerse indiferente

Muchas veces podemos ayudar a otr@s, sin necesidad de hacer un gran esfuerzo. A veces comenzamos relaciones movidos por el interés y no por el verdadero motor de una sana relación el desinterés y cuando el camino se vuelve angosto, abandónamos al amigo a su suerte, dando muestras del poco compromiso que tenemos hacía él o hacía ella. Si fuesemos conscientes de que los pequeños gestos, a veces son los grandes gestos, muchas veces en lugar de mirar hacía otro lado, cogeriamos de la mano sin soltar y valorariamos al otro, es decir le veriamos como parte de nosotros. Os dejo un cuento popular que explica bien, qué es el egoismo. ¿qué porqué hablar de Egoismo en un blog sobre resilencia? Fácil, si ser resilente es salir fortalecido del dolor, y aprender, también por ende es volverse más humano, y ser más humano pasa por dejar de mirarnos el ombligo y ser más personas, cuando eso sucede dejamos mucho egoismo y empiezan a suceder en nuestra vida cosas muy positivas.
Un caballo y un pequeño burro regresaban del mercado junto al dueño y su hijo. La compra aquella mañana había sido abundante y los animales iban bastante cargados. Ambos comenzaron a andar sabiendo que les quedaba un largo camino.
Cuando ya llevaban dos horas bajo el sol, el burro se acercó al caballo y le susurró al oído:
-¿Podrías ayudarme con el peso, soy pequeño y me han puesto prácticamente la misma carga que a ti?
El caballo miró hacia otro lado y se adelantó unos metros como si no hubiera escuchado nada. Ambos animales continuaron caminando.
Una hora más tarde el burro apenas podía tenerse en pie y su ritmo era cada vez más lento. Hizo un último esfuerzo para alcanzar de nuevo al caballo y pedirle ayuda.
-Amigo, si en algo valoras mi vida, por favor, ayúdame con la carga.
El caballo volvió a mirar hacia otro lado como si aquellas palabras no fueran dirigidas a él.
En apenas unos minutos, se escuchó el crujir de un hueso y el burro se desplomó en el suelo.
Padre e hijo, al ver al burro herido, se apresuraron a recoger toda la carga y a ponerla sobre el caballo. Una vez fijada correctamente para que no cayera, cogieron al burro y también lo subieron a lomos del caballo. Aún quedaban unas cinco horas de viaje.