sábado, 19 de abril de 2014

Cómo mejorar el estado de ánimo

Es normal que no todos los días salga el sol, incluso dentro del mismo día puede haber sol, y lluvía, claro que si habiendo mucho sol sólo vemos nublado igual nos pasa algo. Llevaba yo unos días con un estado que no me gusta nada, de echo evito que me dure mucho, máximo un día, y ayer en una reunión familiar con perros me fije en el perro, un perro siempre está contento, siempre es féliz, ¿Porqué? Pues porque son unos animales muy sencillos, con lo cual os dejo una reflexión sobre la sencillez de la vida para que esos días que esté nublado dibujeís un arcoiris.
LA SENCILLEZ

La sencillez es esencial, y sólo puede surgir cuando empezamos a comprender el significado del conocimiento propio.
Creemos que la sencillez es una expresión externa, pocas posesiones, ropas, cosas, pero eso no es sencillez. La verdadera sencillez sólo puede originarse interiormente, y de ahí proviene la expresión externa. Lo que uno es en su interior fluye al exterior.
Interiormente somos prisioneros, aunque en lo externo parezcamos muy sencillos. Deseos, apetitos, ideales, de innumerables móviles somos esclavos. Y, para encontrar la sencillez debemos ser libres.
Al investigar nuestro ser nos hacemos cada vez más libres y más sensibles. Cualquier forma de autoridad o coacción, interna o externa, contribuye a la insensibilidad. Ninguna forma de coacción puede conducir a la sencillez, al contrario, cuanto más reprimís, sustituís, sublimáis, menos sencillez existe, aunque exista cierta apariencia.
Si uno no es sencillo no puede ser sensible a los árboles, a los pájaros, a las montañas, al viento, a todas las cosas que existen en el mundo que nos rodea. Y si no hay sencillez, uno no puede ser sensible al mensaje interno de las cosas. La mayoría de nosotros vive muy superficialmente, en el nivel superior de la conciencia (la mente). Allí tratamos de ser reflexivos e inteligentes, lo cual es sinónimo de religiosidad; allí tratamos de que nuestra mente sea sencilla, mediante la coacción, mediante la disciplina. Pero eso no es sencillez. Cuando forzamos la mente superficial a ser sencilla, tal imposición no la torna ágil, flexible, rápida, sino que sólo consigue endurecerla. Ser sencillo en todo el proceso de nuestra conciencia es extremadamente arduo. Porque no debe existir ninguna reserva interior, tiene que haber ansia por averiguar, por descubrir el comportamiento de nuestro ser. Y eso significa estar alerta a toda insinuación, a toda sugerencia, darnos cuenta de nuestros temores, de nuestras esperanzas, investigar y liberarnos de todo eso constantemente. Sólo entonces, cuando la mente y el corazón son realmente sencillos, cuando están limpios de sedimentos, seremos capaces de resolver los múltiples problemas que se nos plantean.
El saber no resolverá vuestros problemas. Es sólo mediante la experiencia directa como se resuelven nuestros problemas; y para tener experiencia directa ha de haber sencillez, lo cual significa que debe haber sensibilidad. El peso del saber embota la mente. También la embotan el pasado y el futuro. Sólo una mente capaz de ver lo que es, el presente, de instante en instante, puede hacer frente a las poderosas influencias y presiones que ejerce constantemente sobre nosotros todo lo que nos rodea.
Por eso el hombre religioso no es, en realidad, el que viste una túnica o el que ha hecho votos, sino aquél que es interiormente sencillo, aquél que no está "transformándose" en algo. Una mente así es capaz de una extraordinaria receptividad, porque no tiene barreras, no tiene miedo, no va en pos de nada y es, por lo tanto, capaz de recibir la gracia, de recibir a Dios, la verdad o como os plazca llamarlo. Sólo entonces puede haber felicidad, porque la felicidad no es un fin, es la expresión de la realidad.
A partir de aquí surge una sencillez, una humildad que no es virtud ni disciplina. La humildad que se consigue deja de ser humildad. Una mente que se vuelve humilde ya no es humilde. Sólo cuando se tiene humildad (no una humildad cultivada) puede uno hacer frente a las cosas apremiantes de la vida; porque entonces no es uno mismo lo importante, no mira uno a través de las propias presiones y del sentido de la propia importancia. Uno observa el problema tal cual es y entonces puede resolverlo.

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Los que os ofrecen algo "positivo" son unos explotadores.
Valoramos todas sus formas externas, tales como las pocas posesiones, pero esto no es sencillez. Creemos que es sencillez tener sólo un taparrabos. Deseamos los signos externos de simplicidad y eso nos engaña fácilmente.
No es una mente sencilla la que piensa en recompensas y temores, la que está cargada de conocimientos y creencias, la que se identifica, la que se entretiene con la música, los ritos, Dios o las mujeres... ¿Qué es sencillez? ¿Es la búsqueda de los elementos esenciales y el rechazo de los que no lo son? Sencillez no es la búsqueda de lo esencial y del rechazo de lo que no los es. Esto significaría un proceso de opción de la mente y, toda opción de la mente se basa en el deseo y así lo que llamáis esencial es lo que os brinda satisfacción, placer. La mente es confusión y su elección también lo es. Así la opción entre lo esencial y lo no esencial no es sencillez; es un conflicto, y la mente confusa en conflicto nunca puede ser sencilla.
Cuando de verdad observéis y veáis todas las cosas falsas y los ardides de la mente, cuando observéis eso y lo percibáis muy claramente, entonces sabréis que es simplicidad. La sencillez es la acción que no resulta de una idea, es creatividad y mientras no haya sencillez somos como polos de atracción para el daño, el sufrimiento y la destrucción.
No se puede buscar y experimentar, llega como una flor que se abre en el momento justo, cuando uno comprende todo el proceso de la existencia y la vida de relación.
No hay que buscarla, surge tan sólo cuando no hay "yo", cuando la mente no está atrapada en especulaciones, en conclusiones, en creencias, en imaginaciones (Acción que no es resultado de una idea). Sólo una mente libre puede hallar la verdad, recibir aquello que es inconmensurable, que no puede nombrarse. Eso es sencillez.

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Es extraño el deseo de alardear ante los demás, de ser alguien. La envidia es odio y la vanidad corrompe. Parece tan difícil e imposible ser sencillo, ser lo que somos y no presumir.
Ser lo que uno es resulta en sí mismo muy arduo, ser lo que uno es sin tratar de llegar a ser esto o aquello, lo cual no es demasiado difícil. Siempre puede uno aparentar, ponerse una máscara, pero ser lo que es constituye una cuestión muy compleja; porque uno está siempre cambiando, nunca es el mismo y cada instante revela una nueva faceta, una nueva profundidad, una superficie nueva. No es posible ser en un instante todo eso, porque cada instante conlleva su propio cambio. De modo que si uno es siquiera un poco inteligente, renuncia a ser esto o aquello.
Cada uno de nosotros piensa que es muy sensitivo, y un incidente cualquiera, un pensamiento fugaz, demuestra que no lo es; piensa que talentoso, instruido, artístico, moral, pero al volver la esquina se encuentra con que no es ninguna de estas cosas sino profundamente ambicioso, envidioso, inepto, brutal e impaciente. Alternativamente uno es todas estas cosas y desea algo que tenga continuidad, permanencia (por supuesto, sólo aquello que sea provechoso, agradable). Así es como corremos tras de ello, y todos nuestros otros "yoes" claman por salirse con la suya, para lograr su propia realización. De este modo, cada uno de nosotros se convierte en un campo de batalla en el cual generalmente triunfa la ambición con todos sus placeres y su infortunio, su envidia y su temor. A ello se le añade la palabra "amor" en aras de la respetabilidad y para mantener la integridad de la familia; pero uno mismo está atrapado en los propios compromisos y actividades, aislado, clamando por reconocimiento y fama: yo y mi país, yo y mi partido, yo y mi dios consolador.

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La sencillez atrae al instinto, la intuición y el discernimiento para crear pensamientos con esencia y sentimientos de empatía. Sencillez es la conciencia que llama a las personas a replantearse sus valores.
La sencillez crece en las raíces sagradas, personificando una riqueza de virtudes y valores espirituales que se manifiestan en las actitudes, las palabras, las actividades y el estilo de vida. La sencillez es hermosa y, como la luna, irradia frescura, en contraste con el resplandor del sol. La sencillez es natural. Puede tener una apariencia corriente y carente de atractivo para aquellos cuya visión está acostumbrada a lo superficial, o a lo erudito. Sin embargo, para aquellos que poseen el discernimiento sutil de un artista, un vislumbre de sencillez es suficiente para reconocer la obra maestra.
La sencillez combina la dulzura y la sabiduría. Es claridad en la mente e intelecto, ya que surge del alma. Los que personifican la sencillez están libres de pensamientos extenuantes, complicados y extraños. El intelecto es agudo y despierto. La sencillez invoca al instinto, la intuición y el discernimiento para crear pensamientos con esencia y sentimientos de empatía. En la sencillez hay altruismo, el que personifica esa virtud ha renunciado a la posesividad y está libre de los deseos materiales que distraen el intelecto haciéndolo divagar hacia territorios inútiles. Carecer de deseos no significa arreglárselas sin nada, o tener la vida de un asceta. Al contrario, uno lo tiene todo, incluyendo la satisfacción interna. Esto se refleja en el rostro -libre de perturbaciones, debilidades e ira- y en la conducta, con una elegancia y una majestad extraordinarias, pero a la vez ingenua. Sencillez es ser el niño inocente y el maestro sabio. Nos enseña a vivir con sencillez y a pensar de forma elevada.
Las personas que viven con sencillez, generalmente disfrutan de una relación cercana con la naturaleza. Su moral proviene de las tradiciones perennes que funcionan en armonía con las leyes de la naturaleza. Las hierbas se convierten en sus remedios naturales. La luna y las estrellas son las lámparas que los alumbran. El mundo natural es el aula en la que estudian. Esto no significa que todos debamos adoptar este estilo de vida. Sin embargo, se puede aprender de la naturaleza. Cuando se observa la ética de la sencillez, casi no hay desperdicio. Todos los recursos se valoran: el tiempo, los pensamientos, las ideas, el conocimiento, el dinero y las materias primas.
De la sencillez surge la generosidad. La generosidad es compartir con un espíritu altruista los ingresos ganados a pulso. Compartir los propios recursos conjuntamente y de forma cuidadosa es recuperar para las actividades humanas, el sentido de la familia. La sencillez es algo más que ofrecer dinero y posesiones materiales, es dar de uno mismo aquello que no tiene precio: paciencia, amistad y apoyo. Con el espíritu de dar prioridad a los demás, los que adoptan la sencillez ofrecen su tiempo gratuitamente. Esto lo hacen con amabilidad, sinceridad, e intuiciones puras, sin expectativas ni condiciones. Como resultado, esas personas cosechan frutos abundantes de las semillas que se sembraron con sus acciones generosos. Nada esperaron pero...
La sencillez es verdad. La belleza de la verdad es tan sencilla que funciona como la alquimia. No importa cuántos disfraces se presenten ante ella, la luz de la verdad no puede permanecer escondida; alcanzará a las masas con un lenguaje muy sencillo y, al mismo tiempo profundo. Los mensajeros de la verdad siempre han personificado formas comunes, han llevado vidas sencillas, y han adoptado medios simples para impartir sus mensajes. Viven y dicen la verdad, ofreciendo belleza a las vidas de los demás. Su sencillez y esplendor pueden compararse al joyero. Fiel a la integridad de su profesión, el joyero hace todas y cada una de sus joyas preciosas y perfectas, pero él sigue siendo sencillo.
Hoy en día la belleza está definida por las industrias de la moda y la estética, propagada por los ricos y los famosos y aceptada por las masas. La belleza, sin embargo, no se encuentra sólo en la apariencia, como dice el proverbio. La belleza, en su forma más sencilla, elimina la arrogancia de las ropas caras y de vivir de forma extravagante. Va más allá del rico y del pobre. Es apreciar las pequeñas cosas de la vida que a veces no son visibles ni aparentes para el resto del mundo. Sencillez es apreciar la belleza interna y reconocer el valor de todos los actores, incluso del más pobre o desafortunado. Es considerar que todas las tareas, incluso la más humilde, tienen valor y dignidad.
La sencillez reduce la diferencia entre “lo que tengo” y “lo que me falta” demostrando la lógica de la verdadera economía: ganar, ahorrar, invertir y compartir los sacrificios así como la prosperidad, de manera que pueda haber una mejor calidad de vida para todos los seres humanos, independientemente de donde hayan nacido.
Sencillez es la conciencia que dirige una llamada a la gente para que replantee sus valores.

jueves, 17 de abril de 2014

Ser uno mismo y no lo que otros quieran

Muchas veces nos ahorrariamos un sufrimiento innecesario si en lugar de buscar la aprobación de los demás (aunque sean nuestros seres más queridos) nos centrasemos en ser nosotr@s mismos y confiar en nosotr@s mismos. Realmente a veces, si no somos personas con una autoconfianza fuerte, los demás pueden forzarnos a no ser lo que somos e ir contra uno mismo, es una de las peores frustaciones que podemos sentir. Nos creamos una identidad falsa para gustar, para ser aceptado, para no estar sólos, en definitiva POR MIEDO, y al final nuestra conciencia se impone y llegamos a la infelicidad, porque además vivir por la aceptación es un arma de doble filo, es ser preso de alguién y amar al carcelero pues le hemos dado el arma con la que puede herirnos. Vive para tí y deja vivir pero no te sometas al juicio ajeno, porque cuando dejes de comportarte como ellos quieren, tampoco te querran asi que habrás perdido el respeto de los otros y lo que es peor TU RESPETO.

Las personas queremos ser independientes pero nos importa mucho lo que diga la gente de nosotros, y la mayoría de veces nos dejamos influenciar por otras personas y actuamos a gusto de otros.
Actuamos así porque tenemos miedo a que la sociedad nos rechace, ¿pero eso es bueno?
Si actuamos como les gusta a los otros ya no somos personas independientes, sino que pasamos a depender de la gente que nos influye, esto quiere decir que no somos nosotros mismos, lo que se traduce a que no confiamos en nosotros y para poder ser independientes, como nos gustaría a cualquiera de nosotros, tenemos que tener confianza en nosotros mismos.
La mayoría de las veces nos dejamos influenciar por nuestros amigos, que son las personas que más cerca están de nosotros y actuamos así por miedo a perderlos, ¿pero por qué? ¿tenemos que cambiar nuestra forma de ser, de vestir o de muchas cosas más para poder tener amigos o para que la sociedad nos acepte?
Aunque  sea difícil, porque siempre estamos pendientes de lo que dicen los demás, en mi opinión no tendríamos que dejarnos influenciar, una persona tiene que ser como es, y para eso antes tenemos que conocernos a nosotros mismos. Cuando tenemos algún problema o alguna duda recurrimos a las personas más cercanas (amigos, familiares…) y ellos te dan su opinión y intentan darte la ayuda que necesitas, pero tenemos que aprender a confiar en nosotros y en nuestros recurso y no necesitar recurrir a nadie.
La pregunta es: ¿Por qué no confiamos en nosotros mismos y nos dejamos influir por los demás?

sábado, 12 de abril de 2014

Al borde del precipicio todos cambiamos

Muchas veces hemos oído que crisis equivale a oportunidad, que crisis es un momento de cambios… Sin embargo, nos cuesta quitarle esa connotación negativa de que las cosas van mal, de que la crisis nos supera, de que no sabemos cuándo se va a terminar el ciclo económico, de datos negativos en el consumo y el empleo, de caídas de resultados, de empresas que cierran,  de un montón de cosas que no podemos dominar y que nos mantienen la mente preocupada generando un ambiente tóxico en el que desarrollamos nuestras actividades diarias. Sea ir a trabajar o a recoger a un familiar, en las conversaciones con los amigos o con clientes, conversaciones que tratan de arreglar tantas cosas a la vez que nos genera cabreo, dolor de cabeza y malestar, y consigue que lo traslademos allí donde vamos. La pregunta es: ¿Podemos limpiar esta pecera tan contaminada? Sí, claro que sí es posible. ¿pero cómo? Empezando por cada uno de nosotros. Nosotros elegimos estar todo el tiempo preocupados por la presión o podemos elegir ocuparnos de nuestro quehacer diario e invitando a los demás a hacerlo también. Podemos elegir si seguimos echando la culpa a los demás o si nos hacemos cargo de cuál es nuestra contribución con las constantes quejas o malos modales. Las empresas y organizaciones son la clave en estos momentos de incertidumbre para gestionar este cambio.

Las organizaciones impulsadas por valores positivos, las resilientes, las que enamoran, han visto cómo estos años de crisis han ido aumentando sus resultados, cómo han contribuido a un mayor bienestar de sus clientes, trabajadores, proveedores, el medio ambiente y en definitiva, de la sociedad. En lugar de la presión por los tiempos o resultados, han elegido buscar nuevos caminos, nuevas maneras de hacer las cosas. Esto es innovar (no sólo existe la innovación tecnológica). En lugar de tapar los errores, han elegido sacarlos a la luz y colaborar con los trabajadores para encontrar juntos las soluciones, con la mayor creatividad posible: la de un grupo fuertemente cohesionado. En lugar del castigar se actúa desde la comprensión. En lugar del miedo han elegido la confianza. En vez de dirigir han elegido liderar. No han querido ser llevados por la corriente, la comodidad de hacer lo de siempre y justificar los malos resultados escudándose en que a todo el mundo le está yendo mal o que en la empresa siempre se han hecho así las cosas y no se puede cambiar. Han abandonado sus creencias limitadoras que los conducen a calles sin salida. Han preferido bucear en su interior con humildad, reconocer sus límites, qué es lo que están haciendo mal para desactivar estas creencias y comportamientos y, entre todos, generar nuevas corrientes, enamorar a sus clientes (internos y externos) creando sinergias nunca vistas, mejorando su eficiencia, sus relaciones y, cómo no, su cuenta de resultados.
 
¿Pero cómo han podido gestionar este cambio? Principalmente porque han podido medir sus valores, identificar los positivos, los limitantes, los niveles de consciencia sobre sí mismos, sobre su capacidad de cambio y hacia los demás. No se puede gestionar lo que no se puede medir. Einstein dijo con mucho acierto que no es posible resolver los problemas desde el mismo nivel de consciencia que se originaron. Mucho menos posible será si ni siquiera conocemos cuáles son estos niveles de consciencia, qué significa cada uno y cómo nos afecta. Otro genio, Ghandi, dijo: seamos nosotros el cambio que queremos ver en el mundo. Actuemos con integridad desde nosotros mismos y desde nuestras organizaciones hacia los demás y enamorémoslos desde una gestión consciente. Depende de nosotros.

Ayudar al otro o mantenerse indiferente

Muchas veces podemos ayudar a otr@s, sin necesidad de hacer un gran esfuerzo. A veces comenzamos relaciones movidos por el interés y no por el verdadero motor de una sana relación el desinterés y cuando el camino se vuelve angosto, abandónamos al amigo a su suerte, dando muestras del poco compromiso que tenemos hacía él o hacía ella. Si fuesemos conscientes de que los pequeños gestos, a veces son los grandes gestos, muchas veces en lugar de mirar hacía otro lado, cogeriamos de la mano sin soltar y valorariamos al otro, es decir le veriamos como parte de nosotros. Os dejo un cuento popular que explica bien, qué es el egoismo. ¿qué porqué hablar de Egoismo en un blog sobre resilencia? Fácil, si ser resilente es salir fortalecido del dolor, y aprender, también por ende es volverse más humano, y ser más humano pasa por dejar de mirarnos el ombligo y ser más personas, cuando eso sucede dejamos mucho egoismo y empiezan a suceder en nuestra vida cosas muy positivas.
Un caballo y un pequeño burro regresaban del mercado junto al dueño y su hijo. La compra aquella mañana había sido abundante y los animales iban bastante cargados. Ambos comenzaron a andar sabiendo que les quedaba un largo camino.
Cuando ya llevaban dos horas bajo el sol, el burro se acercó al caballo y le susurró al oído:
-¿Podrías ayudarme con el peso, soy pequeño y me han puesto prácticamente la misma carga que a ti?
El caballo miró hacia otro lado y se adelantó unos metros como si no hubiera escuchado nada. Ambos animales continuaron caminando.
Una hora más tarde el burro apenas podía tenerse en pie y su ritmo era cada vez más lento. Hizo un último esfuerzo para alcanzar de nuevo al caballo y pedirle ayuda.
-Amigo, si en algo valoras mi vida, por favor, ayúdame con la carga.
El caballo volvió a mirar hacia otro lado como si aquellas palabras no fueran dirigidas a él.
En apenas unos minutos, se escuchó el crujir de un hueso y el burro se desplomó en el suelo.
Padre e hijo, al ver al burro herido, se apresuraron a recoger toda la carga y a ponerla sobre el caballo. Una vez fijada correctamente para que no cayera, cogieron al burro y también lo subieron a lomos del caballo. Aún quedaban unas cinco horas de viaje.

miércoles, 9 de abril de 2014

Libertad interior

Hablamos muchas veces de libertad, pero ¿realmente sabemos que significa? ¿dónde reside la libertad? ¿podemos ser libres en una sociedad que va a un ritmo frenético¿ ¿una sociedad que nos ata y esclaviza a un trabajo para pagar una casa que no podemos disfrutar por falta de tiempo?¿Una sociedad donde las relaciones mueren porque no tenemos tiempo para dedicarnos los unos a los otros y el contacto físico, espiritual, afectivo queda relegado a las redes sociales a lo virtual a lo irreal? Pues si, podemos ser libres, conquistando nuestra mente, tarea ardua y difícil, teniendo en cuenta que no se nos enseña a hacerlo.
Autosoberanía: la verdadera libertad

Para entender lo que es la libertad, primero tenemos que entender lo que genera el sentimiento de esclavitud. No hay cadenas físicas que nos limiten. Se trata de actitudes, creencias, hábitos y características de la propia personalidad que nos hacen sentir el peso de una situación.

Hay esclavitudes creadas a través de la mala convivencia con los demás en el pasado.
Hay esclavitudes relacionadas con las expectativas de los demás, la familia, la sociedad.
Hay esclavitudes en la atmósfera de confusión generalizada que existe en el mundo a nuestro alrededor.
Hay esclavitudes en las propias flaquezas internas.

Estos cuatro tipos de presión suprimen el sentimiento de ser libre.

Las esclavitudes se adquieren. No forman parte de la naturaleza original del ser.

A través del conocimiento sobre la naturaleza real de las esclavitudes, podremos disminuir su efecto de forma considerable. Entonces podemos empezar a disfrutar de nuestra libertad verdadera: la espiritual.

Esta reconquista interna se llama autosoberanía. Nos capacita a conseguir la libertad para ser lo que siempre hemos querido ser: pacíficos, alegres, benevolentes, amables.

Es precisamente esta nueva naturaleza que aflora lo que también se gana los corazones de los demás.

En la libertad del ser, desarrollamos nuestra individualidad y destacan algunas cualidades que le son propias. De forma natural se desarrolla respeto hacia uno mismo, derivado del sentimiento de soberanía que ejercemos sobre nuestros tesoros – pensamientos, palabras, acciones, tiempo, energía y riqueza. Se hace fácil formar parte de cualquier grupo de personas, en la familia o en el trabajo.

Debido a la fuerza y la comprensión que existen en este estado espiritual, es fácil amar primero y de forma constante, a las personas que forman parte de nuestro día a día.

Aprendemos en ese estado algunos principios importantes:

Es preciso tener libertad sin individualismo.
Es preciso saber amar sin caer en las garras del apego.
Es preciso ser libre internamente. Ésa es la auténtica independencia.
Por ser amable eres amado.

domingo, 23 de marzo de 2014

La paz interior, el silencio



Introversión, paz y silencio

 
La extroversión es lo que desperdicia nuestra energía y nos hace sentir débiles. En un estado de introversión pensamos menos y hablamos menos. Entonces tenemos la capacidad de poner en la acción lo que sea que pensemos y lo que necesitemos hacer.

La serenidad verdadera no se muestra tanto en la cara como en la profundidad y quietud de la mirada.

Si plantamos un semilla positiva y limpia de pensamientos y nos concentramos en ella, le damos energía al igual que el sol se la da a una semilla plantada en la tierra. Y al igual que la semilla en la tierra despierta, se mueve y empieza a crecer, los pensamientos en los que nos concentramos empiezan a desarrollarse y crecer. Así que sembremos pensamientos positivos. Cada mañana, antes de empezar el viaje del día, sentémonos tranquilamente, en silencio, y sembremos la semilla de la paz. Paz es armonía y equilibrio. Paz es liberación de la carga de negatividad y desperdicio. Hagamos que la paz encuentre su hogar en nuestro interior. La paz es nuestra fortaleza original, la eterna tranquilidad de nuestro ser.

No debemos darle permiso a la mente para alterarse. Una mente alterada se influencia fácilmente. El precio será perder la paz. Aprendamos a mantener nuestra paz liberándonos de los apegos. Competir o compararse con los demás no nos permitirá enfocarnos hacia el interior. Un enfoque interior nos permite mantener la visión en nuestro ser más elevado. Tenemos que recordar nuestra naturaleza original. Nos permite forjar un vínculo con Dios. Entonces se hace fácil reconocer los pensamientos inútiles y reemplazarlos con una perspectiva espiritual. Una mente calmada no es sólo pacífica, está enfocada, concentrada y llena de buenos deseos y sentimientos puros.

La paz no es una actitud pasiva, es un estado activo. Requiere una atención constante el vivir y responder como un ser pacífico ante cualquier trastorno de la vida.

La verdadera paz sólo se puede experimentar cuando dejamos de dar y de tomar pesar. A fin de no dar pesar, necesitamos un corazón claro que no tenga sentimientos enfermizos y para no tomar pesar necesitamos un gran corazón que pueda tolerar y ayudar a los demás a superar sus debilidades. Llenemos nuestra mente con paz y buenos sentimientos y así podremos compartir esa experiencia con otros. Permanezcamos llenos de paz internamente y esta paz alcanzará a las personas que amamos y finalmente al mundo entero.

Necesitamos aprender a crear silencio en nuestras mentes y entonces la paz florecerá en nuestras almas. Veremos la vida con otros ojos. Descubriremos el idioma de Dios. Para permanecer internamente silencioso necesitamos dejar de pensar demasiado. Confiar en uno mismo. Confiar en los demás. Veremos que es más fácil de lo que parece.

Es cuando calmamos la cháchara en nuestra mente que realmente podemos escuchar qué hay en nuestro corazón y encontrar la pureza calmada y clara que yace en el alma. El amor espiritual nos lleva al silencio de nuestro estado original. Este silencio contiene el poder de crear armonía en todas las relaciones y la dulzura para sustentarlas. Y es cuando experimentamos el silencio interior que podemos dejar que Dios entre en nuestros corazones y mentes y nos llene de amor, fortaleza y paz.